NUESTRA OPINIÓN
Las dos guerras de Bush

8 de febrero de 2002 | Página 2

En el transcurso de dos meses, los EE.UU. presionó a la mayor parte de los gobiernos del mundo a unirse a su "coalición contra el terrorismo", aplastó el aparato de al-Qaeda, e instaló un gobierno amistoso en Afganistán. Los EE.UU. obtuvo una victoria militar a raíz de su abrumador poderío armamentista y una victoria ideológica con las escenas de afganos que celebraban la derrota de los talibanes.

La jactancia de Bush estaba en despliegue durante su discurso sobre el estado del país del 29 de enero, amenazando al mundo a seguir las órdenes de los EE.UU.--o a confrontar las consecuencias.

Más allá de las fronteras de Afganistán, "la guerra contra el terrorismo" de Bush le ha dado un cheque en blanco a regímenes alrededor del mundo para atacar a sus oposiciones internas bajo el manto de estar "luchando contra el terrorismo". Por ejemplo, en Colombia, el gobierno de Pastrana usa la guerra contra el terrorismo para incrementar su guerra contra las FARC.

En vez de hacer el mundo más seguro, la guerra contra el terrorismo de Bush ha incitado ya a más guerra y destrucción. En vez de bregar con la pobreza que ha dejado a miles de millones hambrientos y desesperados, los EE.UU. manda bombarderos.

Mientras que la guerra de Bush en Afganistán parecía estar llegando a su fin, su guerra doméstica apenas comenzaba. El nivel al cual el Presidente George W. Bush y su Secretario de Justicia John Ashcroft han destrozado las protecciones constitucionales es desconcertante.

Creando tribunales militares para los llamados sospechosos de terrorismo, Bush se autodesignó juez, jurado, y verdugo de potencialmente cualquier persona en el mundo que no sea ciudadano estadounidense. Poco después, Ashcroft anunció los planes para remover las restricciones de espionaje del FBI y la CIA contra organizaciones domésticas, políticas y religiosas.

Los más de 1,000 inmigrantes árabes y musulmanes que el Departamento de Justicia ha encerrado son las víctimas más visibles de este ataque. Pero ante los ojos de Bush y Ashcroft, todos los inmigrantes son sospechosos.

Si algo excedió la seriedad de los ataques de Bush contra las libertades civiles, fue la falta de vergüenza con que la administración y sus alcahuetes corporativos continuaron empujando su agenda glotona. Mientras que las corporaciones estaban haciendo fila para atragantarse en este banquete de favores que la administración le ofrecía, mandaban a más trabajadores a la línea de desempleo.

Tan sólo en los últimos meses, portaestandartes del capitalismo estadounidense, tal como las compañías LTV, Bethlehem Steel y Kmart se han desplomado. El colapso espectacular de Enron dejó a 5,000 trabajadores en la calle--desfalcados de sus ahorros de jubilación. La tasa de desempleo ha subido un 41 por ciento desde que Bush tomó su cargo.

Mientras todo esto sucedía, Bush continuó gozando de una popularidad sin precedente--pero ya algunas grietas comienzan a aparecer. Su administración continuará siendo manchada--y su credibilidad cuestionada--por su asociación con los ladrones de Enron. Y al derrocar los gobiernos comprometidos a implementar las medidas de austeridad impulsadas por los EE.UU, los trabajadores de Argentina pararon en seco a la pandilla de Bush.

Según la recesión se profundice, será más difícil el venderle a la gente los favores a las corporaciones como concesiones necesarias para la unidad nacional. Más personas se preguntarán por qué su Seguro Social o su Medicare tienen que sacrificarse a favor del Pentágono o los negocios.

Los asuntos de desigualdad de clase, del sistema criminal de [in]justicia de los EE.UU., y otros que inquietaban a la gente antes del 11 de septiembre van a reemerger de una forma más aguda. Le corresponde a los activistas obreros y comunitarios el responder a este reto forjando las luchas que le hagan frente a la guerra de Bush contra la clase trabajadora.

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