Bolivia: ¿ahora qué?

Por Tom Lewis* | 31 de octubre de 2003

El motor de las protestas del último mes en Bolivia ha sido el tema del gas natural. La cuestión del gas todavía espera una resolución definitiva. Y esto significa que la lucha contra el neoliberalismo en Bolivia tiene un largo camino en frente.

El MAS ejerció una enorme presión entre el 15 y 17 de octubre para asegurar que el resultado de las protestas sería una salida constitucional: es decir, la renuncia del Presidente Gonzalo Sánchez de Losada y la toma de poder del Vicepresidente Carlos Mesa. El MAS efectivamente apoyó al sistema de partidos existente y a la forma vigente del Estado boliviano basada en la democracia representativa (o burguesa). Así el MAS se mantuvo fiel a su estrategia de sostener al gobierno--si no necesariamente a la persona de Sánchez de Losada--hasta las elecciones de 2007. A pesar de su discurso radicalmente anti-neoliberal, este apoyo al gobierno ha definido su política nacional desde abril de 2003.

Hasta el momento el MAS tampoco ha fijado un plazo para convocar la Asamblea Popular Constituyente. Anteriormente los líderes del MAS preveían su convocación también para el año 2007. Aparentemente ellos no sienten ninguna urgencia para adelantar esta fecha a pesar del levantamiento popular de la semana pasada. Quizás este hecho no es de extrañar, dado que el MAS afirma en su página web que "un 80 por ciento del mensaje del [nuevo] presidente en su posesión ha sido mensaje del MAS, y que ahora [los líderes del MAS] esperan que Carlos Mesa de los dichos llegue a los hechos."

A la izquierda del MAS, la Coordinadora para la Defensa y la Recuperación del Gas insiste en que la Asamblea Constituyente se celebre en seis meses. Además, la Coordinadora del Gas aboga por una transformación rápida del sistema político hacia la democracia directa o participativa. Su postura conlleva la exclusión de los partidos políticos de los procedimientos de la Asamblea Constituyente. Y esto significa que la Coordinadora considera que la Asamblea Constituyente es un mecanismo para crear una nueva forma del Estado y no, como el MAS, un simple medio para reformar el Estado.

Una salida revolucionaria de la crisis implicaría un gobierno provisional de los trabajadores y trabajadoras bolivianas basado en la Central Obrera Boliviana (COB) y otras agrupaciones sindicales, como las COD y la COR (departamentales y regional), e incluiría a líderes elegidos de los movimientos sociales, como Morales, Quispe, y el portavoz de la Coordinadora, Oscar Olivera. Sin embargo, el movimiento de masas, el que tan poderosamente derrocó a Sánchez de Losada, aún no ha tomado la salida revolucionaria como la suya. La idea de una salida "constitucional" domina la conciencia de masas, y probablemente será así hasta que el gobierno nuevo, o incluso la Asamblea Constituyente prometida, haya decepcionado o traicionado a las expectativas populares.

Sin embargo, dos realidades nuevas influirán de manera decisiva en el desarrollo de la lucha boliviana a lo largo de las semanas y meses que vienen. Primero, la COB ha recobrado una legitimidad importante después de muchos años de pasividad y de doblegarse frente a los partidos políticos en el poder. Precisamente por eso, el antiguo mando de la COB fue botado durante su último congreso nacional en abril. La nueva dirección ya se ha probado por su papel en la rebelión reciente. Según el servicio de prensa electrónico ECONOTICIASBOLIVIA, la COB se ha convertido "en el jefe incontestado del levantamiento popular."

La segunda realidad tiene que ver con la escala de tiempo y el reformismo. Si el movimiento de masas y las organizaciones que lo componen se relajan, el ímpetu se revertirá al neoliberalismo. Sin una movilización continua, las reformas--incluso la Asamblea Constituyente--servirán principalmente para dar tiempo a los patrones para reagruparse.

El acto de recuperar el gas por el pueblo boliviano no puede significar otra cosa que la renacionalización de este patrimonio y su autogestión por parte de los trabajadores y trabajadoras bolivianas. Pero la posibilidad de renacionalizar y autogestionar el gas presupone un ataque frontal contra el capitalismo nacional y global. La clase dirigente boliviana, y los imperialismos estadounidense y europeo, procurarán defender su "derecho de explotar" con "cualquier medio necesario." Sería una ilusión total para creer que la recuperación del gas por parte de la mayoría trabajadora en Bolivia pudiera ocurrir sin un movimiento revolucionario de masas por el socialismo.

Hay varios paralelos entre Bolivia en 2003 y la Argentina en 2001. Y la truncada experiencia revolucionaria en la Argentina nos ha proporcionado varias lecciones, entre ellas: (1) la importancia de la unidad entre la izquierda; (2) la importancia de colocar a la clase trabajadora organizada--urbana, rural, y desempleada--al centro de la lucha; (3) la importancia de que los trabajadores y trabajadoras asuman como suyas una amplia gama de demandas sociales--en este caso, las demandas de los grupos indígenas y de los cocaleros; y, finalmente, (4) la importancia de construir un movimiento consciente por el socialismo que puede ser más amplio que, pero también debe incluir a, los partidos revolucionarios.

En ese sentido, es interesantísimo el informe de ECONOTICIASBOLIVIA, escrito por Miguel Pinto Parabá especialmente para ARGENPRESS, del día 20 de octubre: "Después de activar y protagonizar una gran eclosión social, que tuvo el trágico saldo de cerca de 70 muertos a bala y más de 500 heridos, los trabajadores del país, en el último Ampliado Nacional de la Central Obrera Boliviana (COB), sacaron una conclusión principal: los obreros, campesinos, naciones oprimidas y clases medias empobrecidas no le arrebataron el poder a la ‘clase dominante’ porque ‘no cuentan’ aún con un ‘partido revolucionario’."

*Profesor titular de literaturas y culturas españolas en la Universidad de Iowa (EE.UU.) y redactor para Latinoamérica de la revista International Socialist Review. Es miembro de la International Socialist Organization, con sede en Chicago.

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