EL SIGNIFICADO DEL MARXISMO
¿Pueden las elecciones traer el socialismo?

Por Paul D’Amato | 23 de julio de 2004 | página 3

LA VISIÓN más común del estado, incluso entre la mayoría de los radicales, es que su carácter podría cambiar si solo la gente correcta lo dirigiera: "Nada puede ser más erróneo que la aserción", escribía el Socialdemócrata alemán Karl Kautsky contra socialistas revolucionarios en 1919, "de que el parlamentarismo y la democracia en sus elementos más esenciales son instituciones burguesas.

"Si en cualquier parlamento los elementos burgueses son los que están en mayoría, entonces el parlamentarismo será burgués en carácter; y si estos partidos prueban no ser de ningún uso, su parlamentarismo también es inservible. Pero tan pronto y como aparece una mayoría socialista en el parlamento, la situación cambia radicalmente".

Rosa Luxemburgo, polaca de nacimiento y revolucionaria alemana, había analizado esta visión dos décadas antes de que Kautsky escribiera estas palabras. Aun cuando los socialistas fueran capaces de lograr una mayoría en el parlamento en un país dado, ella argumentaba, esto no significaría la victoria del socialismo.

En lugar de adaptarse a los socialistas, la máquina burocrática del estado y los más poderosos de la élite rica ponen una presión tremenda sobre los socialistas para adaptarlos al sistema. Y en el caso de que sientan que sus intereses son amenazados, la clase gobernante se recupera apoyándose en las instituciones más confiables del estado--la policía, el ejército, la burocracia del estado y los políticos corruptos de los partidos--y hasta contra el parlamento si es necesario:

"En esta sociedad," escribió Luxemburgo, "las instituciones representativas, democráticas en forma, son en contenido los instrumentos de los intereses de la clase dominante. Esto se manifiesta de un modo palpable en el hecho de que tan pronto como la democracia muestra la tendencia a anular su carácter de clase y llegar a ser transformada en un instrumento de los intereses verdaderos de la población, las formas democráticas son sacrificadas por la burguesía y por sus representantes del estado".

Este no es un punto de algún debate teórico, sino que a menudo ha sido la amarga experiencia histórica del movimiento obrero internacionalmente. En Chile, por ejemplo, el gobierno reformista socialista de Salvador Allende fue derrocado en un sangriento golpe militar en 1973. Allende estaba comprometido con el camino pacífico y "chileno" al socialismo.

Por consiguiente, le dijo a sus seguidores de la clase obrera y la campesina que no hicieran nada para "provocar" a los capitalistas a través de la toma del control de fábricas o granjas. Mientras tanto, los patronos de Chile, con el apoyo de EE.UU., miraban cautelosamente cómo los trabajadores y campesinos hacían demostraciones y huelgas por sus reivindicaciones. Cuando Allende invitó a los generales al gobierno y le aseguró a sus seguidores que el ejército "respetaría la constitución", él le infundió un falso sentimiento de seguridad a la clase trabajadora.

Cuando a los generales se les hizo claro que Allende no era capaz de refrenar a sus propios seguidores, derrocaron su gobierno e instalaron a un brutal dictador militar, Pinochet. Allende había desarmado a la clase obrera lo bastante como para que fuesen derrotados, pero no lo suficiente como para apaciguar a la clase dominante.

Por supuesto, es cierto que la clase dominante no se ve en la necesidad de dar un golpe si la clase obrera refrena sus propias acciones hasta el punto de no ser una amenaza para la propiedad capitalista, es decir, si estos aceptan pacíficamente su posición. Pero si los trabajadores realmente intentan organizar una sociedad basada en la propiedad y el control colectivo de la producción y la riqueza, los patronos luchan con uñas y dientes para mantener lo que tienen.

El estado existe, en última instancia, como un instrumento de dominación de la minoritaria clase explotadora. A menudo, éstos pueden gobernar efectivamente sin el uso directo de la fuerza, a través de alguna combinación de fuerza y consentimiento. Pero cuando el consentimiento se rompe, están dispuestos a cercenar la porción representativa del estado y optar por la fuerza directa.

El estado puede, por lo tanto, tomar formas diferentes, pero su esencia es, para citar a Marx y a Engels, "destacamentos especiales de fuerzas armadas, cárceles, etc..", que actúan como "un comité ejecutivo para la administración de los asuntos comunes de la clase dominante". Las elecciones son un medio importante de medir la conciencia de las masas y de exponer las ideas socialistas a una audiencia más amplia. Pero nunca debemos confundir el parlamento ni el congreso con el verdadero poder estatal.

Traducción de Giovanni Roberto

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