Hora de empujar contra...
Una Casa Blanca de espaldas a la pared

noviembre-diciembre de 2005 | página 1

Parecía como si un terremoto hubiese azotado a Washington. Cuando el congresista Demócrata y halcón John Murtha en noviembre anunció su posición a favor de la retirada de las tropas estadounidenses de Irak, a los Republicanos les dio una rabieta.

Acusaron a Murtha de traicionar a las tropas. Poco después, propusieron una resolución para que las tropas se retiraran de Irak inmediatamente. Los Demócratas, mostrando su oposición fantoche contra la guerra, se sumaron a los Republicanos para derrotar abrumadoramente la resolución.

A pesar de que la propuesta de Murtha no tiene nada que ver con la postura del movimiento antiguerra, muchos Demócratas no la apoyaron porque no quieren ser vistos como “antiguerra”. Y no olvidemos que muchos de ellos apoyan la ocupación de Irak.

Sin embargo, ahora no es “inconcebible” que los líderes políticos reconozcan que la guerra en Irak es un caso perdido. Lo que se debe a la creciente oposición contra Bush por parte de la gente común. Pese a la timidez de los Demócratas, la ira contra la administración de Bush y las prioridades reaccionarias de Washington está expresándose de una forma u otra.

La Casa Blanca está hundida en escándalos hasta el cuello y demostró su incompetencia y su indiferencia hacia el pueblo trabajador con su inacción tras el Huracán Katrina.

No obstante, la cuestión más importante es la guerra porque Bush decidió ponerla en el centro de su gestión. Las encuestas más recientes muestran que el 59 por ciento de la gente cree que la invasión fue un error, y una cantidad más numerosa quiere que regresen a casa inmediatamente o todas o una parte substancial de las tropas.

El movimiento antiguerra ha revivido substancialmente coincidiendo con la vigilia de Cindy Sheehan frente al rancho de Bush en Texas durante sus vacaciones, y floreció en las manifestaciones antiguerra de septiembre y en el renovado movimiento estudiantil en contra de los reclutadores militares en sus escuelas.

La lucha contra el reclutamiento militar tiene repercusiones, desde impedir la presencia militar en las escuelas y hacer bajar los niveles de alistamiento en las fuerzas armadas, hasta el triunfo del referéndum College Not Combat (“Educación universitaria en vez de combate”) en San Francisco en noviembre.

Mientras tanto, quienes están interesados en oponerse al racismo y en defender los derechos civiles se están organizando en torno a otra importante lucha--tratar de impedir que Stan Tookie Williams, un prisionero en el pabellón de la muerte de California, sea ejecutado. La contienda para ejecutar a este ex-pandillero que se convirtió en conciliador entre gangas muestra a todo el mundo porque la pena de muerte es racista, irracional y discriminatoria contra los pobres.

La administración de Bush está arrinconada y es difícil concebir cómo pueda recuperarse. Pero las lecciones de la historia nos demuestran que la clase dominante puede recuperarse de cualquier crisis, cuando recurre a depender de su segundo equipo, los Demócratas, una vez los Republicanos han perdido su credibilidad--especialmente si no hay oposición de base para confrontarla.

Este tipo de oposición debe ser construida a partir de cada lucha, por menor que sea. Pero la posibilidad de que surja esta lucha generalizada es patente en este momento.

No hay tiempo que perder. Tenemos que lanzarnos de frente y envolvernos en toda lucha que se oponga a las prioridades conservadoras de la clase dominante. Y en este proceso, tenemos que construir una nueva izquierda que pueda convertirse en el eje de todas las luchas que surjan.

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