EL SENTIDO DEL MARXISMO
Los orígenes racistas del estado israelí

Por Paul D’Amato | septiembre-octubre de 2006 | página 3

PRONTO DESPUÉS de la invasión masiva a Líbano en 1982, Noam Chomsky publicó su clásico, El triángulo fatal (The Fateful Triangle). Ahí Chomsky que los objetivos de Israel eran, en general, de “integrar el grueso de los territorios ocupados a si mismo de alguna manera mientras que intenta a reducir a la población árabe, dispersar a los refugiados esparcidos y destrozar cualquier manifestación del nacionalismo o de la cultura palestina.”

Los detalles se cambian, pero las metas--y la brutalidad--parecen quedar iguales.

El sionismo siempre ha sido agresivamente expansionista. Escuchemos a esta declaración del líder sionista David Ben-Gurion en 1938: “Después de hacernos una potencia como resultado de la creación de un estado, vamos a abolir la partición y expandirnos a lo largo y lo ancho de Palestina.”

Los objetivos estratégicos en esa época eran de “destrozar a Líbano, a Cisjordania y a Siria. El punto flaco es Líbano, porque el régimen musulmán es artificial y es fácil socavarlo para nosotros.”

Es el carácter exclusivista y belicista de Israel que lo prepara ser, otra vez en las palabras de Chomsky, “una Esparta del Medio Oriente al servicio de poder norteamericano.”

El sionismo nunca se definía como un movimiento por la liberación nacional. Al contrario, desde sus principios, el sionismo se identificaba estrechamente con el régimen racista de los blancos sudafricanos. Israel entabló relaciones cercanas con el estado de apartheid.

Pero el proyecto colonialista del movimiento sionista se separaba de los otros proyectos similares. En vez de explotar a la mano de obra de los nativos, la colonización judía estableció un estado judío exclusivista fundado a base de la expulsión de la población nativa.

A los grandes poderes le propuso el líder sionista Theodor Herzl el proyecto sionista como “un puesto avanzado de la civilización en contra de la barbarie.” Finalmente, en 1917, el Señor Balfour comprometió al Gran Bretaña para apoyar la fundación de un “hogar nacional” para los judíos sobre el territorio de la Palestina antigua.

Por supuesto, se dirigían propaganda a la comunidad internacional por el argumento de que la Palestina fuera “una tierra sin pueblo dado a un pueblo sin tierra”.

Pero, entre si mismos, los sionistas eran más honestos. “Toda la actividad colonizadora”, escribió Vladimir Jabotinsky, el líder de los revisionistas, la ala más derechista de los sionistas, “debe procederse en contra de la voluntad de la población nativa. Por lo tanto, se puede continuar a desarrollarse únicamente detrás de un escudo de la fuerza que se compone el muro de hierro por el que la población local no se puede romper nunca.”

El movimiento sionista comenzó a crear un asentamiento de colonos judíos primero comprando las tierras y expulsando de ellas a los campesinos árabes cuyas familias las habían labrado por muchos siglos.

Cuando se aclaró que la meta de los sionistas era la creación del estado exclusivamente judío plantado en el suelo árabe, el pueblo árabe se rebeló contra el dominio británico en 1936. Para ayudarles a los ingleses a sofocar la rebelión árabe, los ingleses establecieron grupos de paramilitares judíos.

Ben-Gurion creía que la creación y el entrenamiento de esta “casi fuerza policial” judía, que incorporaba a mas de 14,000 hombres bajo armas en 1939, sería la base ideal por la fundación de un ejército sionista.

En 1947, un plan de partición auspiciado por las Naciones Unidas (ONU) repartió al 55 por ciento de la Palestina antigua al estado judío a pesar de que los judíos se constituían el 31 por ciento de la población del área y poseían solamente el 6 por ciento de las tierras. Casi inmediatamente, los sionistas lanzaron una guerra en contra de la población árabe, arrebatando el control del 20 por ciento más de la Palestina antigua y forzando a huir de sus pueblos a más de 750,000 palestinos.

La brutalidad extrema fue empleada para lograr este objetivo contra una población que no fuera gobernada por un liderazgo centralizado y que se habían desanimado por el derroto de la revuelta nacional de la década anterior.

Menachem Begin--luego el primer ministro de Israel--comandó a las bandas terroristas que masacró a los 245 habitantes, incluso 70 mujeres y niños, del pueblo Deir Yassin el 9 de abril. Hubo decenas de otras masacres que dejaban pocos muertos. Durante los primeros cinco años de la existencia del nuevo estado judío, 350 de los 370 nuevos asentamientos judíos fueron construidos sobre los terrenos que habían poseído por los árabes que huyeron.

Traducido del inglés por Lance Selfa.

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