EL SENTIDO DEL MARXISMO
Ofrecen caridad en lugar de justicia

Por Paul D’Amato | enero-febrero de 2007 | página 3

“ME PARECE que tienes antipatía a los ricos,” alguien me dijo recientemente. “¿Qué te parecen los benefactores como Warren Buffett?”

Warren Buffett, el segundo hombre más rico del mundo, anunció que donará $37 mil millones primariamente a la fundación de Bill y Melinda Gates, dejándose míseros $6 mil millones.

Los medios resaltan la generosidad de Buffett. Pero no se molestan en preguntar cómo es posible que un hombre amase tanta riqueza, retenga una cantidad obscena, mientras da en caridad cuatro quintos de su fortuna.

La riqueza de las tres personas más ricas del mundo (Buffett, Gates y Carlos Slim Helu de México) sobrepasa los productos internos brutos de los 47 países más pobres del mundo. Mientras tanto, más de 2.5 mil millones de personas subsisten con sueldos de menos de $2 por día.

La caridad no elimina las condiciones que causan estas disparidades, al contrario, las perpetúa.

El socialista irlandés James Connolly, comentando sobre las inaniciones que afligían a India bajo el imperio británico, lo explicó bien: “La caridad...es completamente inútil para detener los estragos que la carestía y la muerte están provocando en la población de 36 millones, sino que sólo satisface a quiénes quieren escuchar su propia trompeta y ver su nombre en el altar de las elites y en compañía de la realeza.

“Sobre todo, no impide el flujo incesable del botín hacia las arcas de los conquistadores. Por lo tanto, India no puede esperar justicia, por eso recibe caridad.”

Buffet sigue la tradición de hombres como Andrew Carnegie, el magnate de la industria siderúrgica del siglo XIX que dio a la caridad más de $7.2 mil millones. En su artículo titulado “El evangelio de la riqueza”, publicado en 1889, Carnegie explicó que el rico debiera ser “el único agente y síndico de sus hermanos más pobres, brindando a su servicio su sabiduría superior, su experiencia y su habilidad de administración--hacer por ellos mejor de que lo que harían ellos mismos.”

Cuando le preguntaron por qué en vez de dar caridad no aumentaba los sueldos de sus trabajadores, Carnegie dijo que necesitaba mantenerse “competitivo” y que los obreros no sabrían que hacer el pago extra. Este “síndico” hizo un gran esfuerzo para bajar los sueldos cuando desató a 300 efectivos del ejército privado Pinkerton para atacar a sus obreros, víctimas del cierre patronal de la planta siderúrgica Homestead en 1892.

Carnegie ilustra como el paternalismo y la crueldad de los ricos están vinculados. La clase dominante quiere que la clase obrera pida limosna en vez de luchar por lo que es justamente suyo.

El énfasis en la donación caritativa tiene además un componente ideológico. Da la ilusión de que una fundación privada responsable (que ofrece a los ricos un paraíso fiscal) puede sustituir, y justificar los recortes a, los programas de asistencia social. La promoción de Bush de la caridad basada en las instituciones religiosas forma parte de un proyecto que incluye reducciones a los impuestos para los ricos y otras medidas que han ayudado a personas como Buffett hacerse más ricos.

La alabanza a las donaciones caritativas de Buffett oculta la manera en la que ha acumulado su riqueza. La realidad, citando a Karl Kautsky, es que “la pobreza colosal es la base de la riqueza colosal”.

Buffett ha ganado su dinero por medios de cruel explotación. Ha comprado las empresas a bajo precio, ha reducido los gastos para reestablecer las ganancias, o las ha cerrado para seguir adelante. Durante estos procesos, ha despedido a miles de trabajadores.

“La gente tan exitosa como Buffett no acumula a $44 mil millones por tratos justos”, escribió David Weidner de Market Watch. “A largo tiempo, después que el público dio la espalda a los cigarrillos por razones de salud, Buffett explicó su inversión en la industria del tabaco: “Cuesta sólo un centavo fabricarlos y lo vendes por un dólar. Además es adictivo, hay una lealtad fantástica.”

Federico Engels describió con desprecio a los filántropos burgueses que sostenían que han “rendido un servicio a los proletariados, primero truncarles la vida, y luego presentándose ante el mundo como grandes benefactores de la humanidad cuando devuelves a las víctimas saqueadas una centava parte de lo que les pertenece.”

Una de las obscenidades más ofensivas del capitalismo es el evento de caridad mismo donde los benefactores se reúnen para auto-felicitarse.

“Piensan en festejarse vestidos en traje fino porque algún pobre está famélico”, escribió el líder socialista estadounidense Eugene Debs en 1902. “y que, dentro de la ‘alta sociedad’, la definición de esta mezcla de estupidez y perversión es ‘caridad’. ¡Saqueas a los demás! Eso es ‘el comercio,’ y tú eres capitán de la industria. Después de haberles quitado a tus víctimas la piel, bailas y festejas para aliviar su agonía. Filántropo, esa es tu caridad.”

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