El podrido récord de Smithfield Foods

enero-febrero de 2007 | página 4

EN NOVIEMBRE, alrededor de 1,000 trabajadores en la planta procesadora de carne porcina Smithfield en Tar Heel. N.C., salieron de sus trabajos en una huelga espontánea de dos días. La acción fue en respuesta al despido de 75 trabajadores cuyos números de la Seguridad Social no concordaban con los registros federales, según la gerencia. Los trabajadores regresaron a sus puestos después de ganar una importante victoria, incluyendo una extensión de 60 días para que lo trabajadores afectados por las cartas “no match” para arreglar su documentación.

Pero la lucha por justicia en Smithfield está lejos de ser ganada. NICOLE COLSON toma una mirada al legado de racismo y acoso anti-sindical en Smithfield.

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EN MARZO, Smithfield Foods fue nombrada, por el cuarto año consecutivo, una de “las más admiradas compañías de América” por la revista Fortune. La revista dice que confeccionó sus resultados después de haber consultado “10,000 ejecutivos, directores y analistas.”

Por supuesto, Fortune no preguntó a los trabajadores de Smithfield por su opinión.

No hay ninguna duda que Smithfield sabe como hacer dinero. La planta en Tar Heel es el matadero más grande del mundo, y uno de las más rentables. Aproximadamente 32,000 cerdos al día son faenados--uno cada dos segundos.

En el año fiscal de 2006, Smithfield Foods generó ventas de $11.4 mil millones y una ganancia neta de $172.7 millones. Ese dividendo, de acuerdo con los trabajadores, sindicalistas y organizaciones por los derechos humanos, fue construido sobre un continuo legado de condiciones brutales, incluyendo bajos salarios, largas horas, pocos beneficios, peligrosas condiciones de trabajo, acoso anti-sindical, y racismo.

De acuerdo con la Trabajadores Comerciales y de Alimentos Unidos (UFCW, por sus siglas en inglés), el sueldo base para los trabajadores en Tar Heel es sólo $8.60 por hora, por uno de los trabajos más peligrosos del país. Smithfield tiene una taza anual de recambio laboral del cien por ciento.

Keith Ludlum, quien a trabajado en la línea faenadora de la planta Tar Heel desde julio, y también trabajó por siete meses en 1994 antes de ser despedido por actividades sindicalistas, describió su jornada laboral en una entrevista.

“Nosotros nos reportamos a trabajar un cuarto para las seis y comenzamos acarrear a los cerdos hacia donde son muertos en la planta,” él cuenta. “Por supuesto trabajar con animales vivos es sucio, pero ellos lo hacen más difícil porque se rehusan a destapar los drenajes del corral. Entonces, una piscina de excremento y orina se apila, la que se salpica toda sobre ti... Cada día hay gente que se accidenta en la planta.

La línea de la faena es increíblemente rápida. En 1999, durante un juicio sobre prácticas laborales injustas, un gerente de la planta Tar Heel atestiguó que desde el punto en que el cerdo es muerto, desangrado, pelado, destripado, y desgrasado, pasan “entre 5 ó 10 minutos.” El resto del trabajo --remover la piel y desmembrar el animal toma lugar en otros cinco o seis minutos.

Como Lance Compa y Jamie Fellner de Human Rights Watch escribieron en una editorial el año pasado, “¡Más rápido, más rápido, pon ese producto fuera de la puerta!” es el lema de la industria. Los resultados son laceraciones, amputaciones, enfermedades cutáneas, daño permanente a los brazos y hombros, en incluso muerte. Cuando empleados accidentados buscan compensación por sus heridas, se les dice, “tú te accidentaste en tu casa, no en el trabajo.”

Un trabajador de Smithfield describió el acelerado ritmo de trabajo en una entrevista con Human Rights Watch en 2003: “La línea es tan rápida que no hay tiempo para afilar el cuchillo, entonces tienes que cortar con más fuerza. Es entonces cuando realmente empieza a doler y cuando ocurren las heridas.

“Yo me corté la mano al final de mi turno, cerca de las 10 y media de la noche... fui a la clínica el próximo día en la mañana. Me pusieron puntos y me dijeron que volviera después del medio día, antes que entrara a mi turno, para revisarme los puntos. Me dijeron que regresara al trabajo a las 3 de la tarde. Nunca paré de trabajar.”

De acuerdo con Keith Ludlum, cuando una herida ocurre en la línea, “´[la gerencia] simplemente te manda a seguir acarreando los cerdos. Ellos quieren mantener la producción andando. Hay muchas cosas que necesitan corregir para eliminar los peligros, pero ellos escogen no hacerlo, porque tendrían que gastar dinero y porque haría la producción más lenta.”

“Básicamente la compañía tiene su línea de producción lista,” dice él, “y los trabajadores somos tratados como máquinas, Ellos permanecen sentados por ocho horas al día, y nosotros ni siquiera tenemos el lujo de secarnos el sudor de la frente porque tenemos nuestras manos llenas de excremento o sangre.”

Esta total desconsideración por la seguridad del trabajador ha tenido mortales consecuencias en Smithfield. En noviembre del 2003, Glen Birdsong de 25 años murió después de haber sido expuesto a los vapores viniendo de una tinaja llena de una mixtura de mucosidad porcina y bisulfato de sodio.

Según “Sangre, Sudor y Miedo” un reporte del 2005 publicado por Human Rights Watch que detalla los abusos in la industria empacadora de carnes, colegas de Birdsong reportaron que la gerencia “no le dijeron acerca de los peligros y ellos no le dieron un cinturón de seguridad de donde el podría haber sido agarrado para ser sacado en caso de caer.”

Smithfield fue citada por violaciones a la seguridad laboral, pero la División de Seguridad y Salud Ocupacional de North Carolina multaron a la compañía solo $4,323 por la muerte Birdsong, la que luego aplicó por un 35% de descuento.

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SMITHFIELD TAMBIÉN tiene una muy extensiva historia anti-sindical, la que en ocasiones se ha convertido en intimidación física.

Según Ludlum, la reacción de la gerencia a un intento organizativo de la UFCW en 1994 “fue extremadamente violento. La compañía constantemente acosó e interrogó a los trabajadores que estaban por sindicalizarse. Muchos trabajadores como yo mismo fuimos despedidos o forzados a renunciar... Cada vez que los trabajadores hemos tratado de hacer valer nuestros derechos, hemos sido atacados, arrestados, y nuestros derechos violados.”

De acuerdo a “Sangre, Sudor y Medio,” durante una camapaña organizativa en 1997, lagerencia orquestó un asalto y arrestó a los simpatizantes de la unión, en el cual la policía local golpeó, roció gas irritante, esposó y arrestó a los que favorecían la campaña.

El directo de seguridad de Smithfield en ese tiempo, Daniel Priest, también tenía una posición como un alguacil local, y fue luego encontrado culpable de violar la “KKK Act” por escupir, golpear, arrestar y usar lenguaje racista contra quienes apoyaban la unión.

Más aún, hasta el 2005, Smithfield fue permitida bajo una ley estatal especial a mantener su propia fuerza policial privada y celdas al interior de la planta Tar Heel. Los oficiales de Smithfield podían portar armas y balas de la compañía.

Trabajadores y activistas laborales dicen que el propósito la policía de la compañía era intimidar a los trabajadores a luchar por sus derechos. Por ejemplo en el 2003 y el 2004, Smithfield puso policías armados alrededor de la planta aludiendo que había recibido amenazas de bomba.

“Fue totalmente parte de su campaña contra la unión para intimidar nos y convertir la planta en un campo armado,” dijo un trabajador a Human Rights Watch. “Para eso de nosotros que somos de América Central, es especialmente atemorizador, porque de donde venimos la policía dispara contra los sindicalistas.”

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LA PLANTA de Tar Heel de Smithfield es operada principalmente por trabajadores de minorías étnicas. Más de la mitad de la fuerza laboral es latina, muchos de los cuales han inmigrados recientemente, y cerca del 40 por ciento es afro-americana.

La gerencia en Smithfield tiene una larga historia de estar azuzando trabajador contra trabajador usando líneas raciales.

Charlie LeDuff reportero del New York Times, quien fue a la planta bajo cubierta en el 2000, describió como la compañía está establecida: “Blancos, negros, indo-americanos y mexicanos tienen todos estaciones separadas. Los pocos blancos en la colilla tienden ser mecánicos o supervisores. Un manojo de indo-americanos son supervisores, el resto hace labores de bodega.

“Con muy pocas excepciones, eso deja a los negros y los mexicanos con las labores más sucias de la planta, uno de los pocos lugares en un radio de 50 millas donde una persona hace sólo un poco más de $8 por hora.”

Según “Sangre, Sudor y Miedo,” en 1997 “asesores anti-unión dijeron a los trabajadores latinos que la unión estaba dominada por trabajadores afro-americanos, y que la campaña organizativa era un esfuerzo sólo de ellos, la mayoría de los empleados de la planta en ese entonces, para deshacerse de los latinos y tomar todos los trabajos para ellos. Lo mismo, pero en el otro sentido le dijeron a los trabajadores negros.”

La gerencia continúa en lo mismo, así como su respuesta a la huelga espontánea muestra, de acuerdo con Emma Herrera, directora ejecutiva del Centro de Trabajadores del Este de North Carolina, de la UFCW, en Red Springs.

“Lo que pasó hace un par de semanas fue que mayoritariamente latinos se salieron de sus trabajos,” Herrera dijo. “El rumor dentro el próximo día fue que la gerencia estaba diciendo ‘los afro-americanos van a hacer la próxima huelga, porque ellos quieren a los latinos fuera.’ Eso vino de la compañía. Ellos pusieron eso afuera contra los trabajadores.”

A pesar de las concesiones ganadas por la huelga, incluyendo el alto al despido de los trabajadores lor las cartas “no match”, Herrera predice que el tema podría generar futuras huelgas.

Herrera dice que ella ha estado recibiendo llamadas de trabajadores puertoriqueños quienes también recibieron las cartas “no match,” “pero ellos son ciudadanos,” ella dijo, “Mi pregunta es esta: ¿chequeó realmente la compañía los nombres y los números?¿Qué está pasando? ¿Es esto racismo y discriminación porque ellos son latinos?”

“Yo creo que lo que ellos quieren es castigar a los trabajadores,” dice Herrera. “Ellos quieren darles menos, y dejar a la compañ+ia tener la primera y última palabra.”

Aún así, dice Herrera, la huelga en Tar Heel es importante porque hubo apoyo por los trabajadores latinos entre los demás trabajadores de la planta. “Yo creo que los trabajadores están a un punto en el cual ellos están juntos. Ellos saben que desde ahora en adelante deben actuar juntos. Ellos lo han estado haciendo a pesar de que la compañía ha trabajado incansablemente para generar divisiones entre los grupos adentro.”

“Trabajadores que anteriormente no estaban seguros acerca de la unión, ahora han aprendido que deben hacer algunas cosas juntos.”

Traducido por Orlando Sepúlveda.

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