¿Viene una recesión económica?

abril-mayo de 2007 | página 4

LA CAÍDA de los mercados de acciones a comienzo de marzo hizo que el espectro de la recesión en EE.UU. y el mundo asomara su cara.

Mientras la atención estaba fijada en la caída del 9 por ciento en un día en el mercado bursátil de Shanghai, éste es un mercado demasiado cerrado y pequeño como para causar una baja similar en, digamos, Nueva York o Tokyo. El nerviosismo en los círculos accionarios internacionales gravitó en realidad sobre el parco prospecto de la economía estadounidense, el motor del crecimiento económico mundial.

La caída de la bolsa de valores comenzó en China porque la aparentemente interminable demanda china de productos estadounidenses está decreciendo. Mientras que aquí, la caída en las transacciones en el sector de vivienda está desinflando la economía.

El Departamento de Comercio revisó su estimación de la tasa de crecimiento del último trimestre del 2006 de 3.5 por ciento a 2.2 por ciento. El aumento de las deudas impagas y la disminución de la construcción de nuevas viviendas son sus causas principales.

No hay caso en predecir si la recesión vendrá el próximo mes o el próximo año, pero como el ciclo de auge y bajas es endémico del sistema capitalista, la recesión es segura.

Para los trabajadores, que ya sufrieron el estancamiento, y en muchos casos la baja, de sus estándares de vida durante los años de crecimiento económico, una recesión será devastadora.

Al menos 3.1 millones de trabajos fabriles desaparecieron en EE.UU. entre los anos 2000 y 2006 -una pérdida de plazas de laborales sin precedente en una economía en expansión. Como el Instituto de Política Económica (EPI) reportó el año pasado, al quinto año de la recuperación económica la planilla laboral ha incrementado sólo la mitad de lo que creció en los años noventa.

El decaído mercado laboral ha traído un fuerte aumento de desasegurados. Según la última figura disponible, para el 2004 alrededor de 46 millones de personas, muchos con trabajadores mal remunerados, estaban desasegurados, un incremento de 6 millones con respecto al año 2000.

“Para los hogares con ingreso medio, el ingreso real fue más bajo en el 2005 que en la recesión del 2001, y los salarios reales, después de haber subido a mediados del 2003, recientemente cayeron considerablemente,” dijeron Jared Bernstein y Jason Furman de EPI en noviembre pasado.

¿Dónde fueron a parar las ganancias de la recuperación económica? En las arcas de los ricos. En el tercer trimestre del 2006, los dueños de capital recibieron 23 por ciento del total del ingreso corporativo, la proporción más alta desde 1996.

Según el censo, el veinte por ciento más rico de los hogares de EE.UU. obtuvo la mitad del ingreso nacional en el 2005, empatando el récord. Y en el 2004, al 1 por ciento más rico le tocó el 59.4 por ciento de todos los ingresos de capital, mucho más del 37.8 por ciento de 1979.

En contraste, la clase obrera, y un sector de la clase media, ha tenido que aumentar su ingreso a través del crédito y del refinanciamiento de sus viviendas. Como resultado, la tasa de ahorro doméstico en EE.UU. es ahora 1 por ciento negativa, la más baja desde la Gran Depresión de 1929.

La baja tasa de interés que el Banco de la Reserva Federal fijó para sacar la economía del país de la recesión del 2001, abrió el camino a gente que en el pasado no hubiera calificado para hipotecas. Un número creciente de esos préstamos “bajo prima,” a menudo con tasas de interés ajustables por arriba de las del mercado, ha comenzado a volverse impagos. Mientras tanto, el Banco Federal ha aumentado la tasa de interés los dos últimos años.

Con los préstamos “bajo prima” creciendo de $150 mil millones en el 2000 a $650 mil millones en el 2005, las consecuencias económicas del debacle en el mercado de bienes raíces son enormes, en EE.UU. e internacionalmente.

Esto es porque esos préstamos son puestos en el mercado mundial en forma de bonos, y comprados por bancos en China, Japón, y otros. Nadie sabe qué tan grande es el riesgo, pero el reporte del banco HSCB de Hong Kong que declaraba a pérdida $11 mil millones en créditos hipotecarios fallidos en EE.UU. contribuyó al reciente temblor bursátil.

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EL TERREMOTO de las bolsas de valores ha puesto en relieve las contradicciones de la economía mundial en la era de la globalización, las que se han profundizado desde la crisis económica del este asiático en los años 1997 y 1998.

Esa crisis comenzó con la devaluación de la moneda tailandesa, y condujo a una fuga de capitales del área cuando los inversores se percataron que el auge económico de los noventa había terminado, y que las ganancias declinarían como resultado de la sobreproducción –no sólo de autos, acero y computadores, pero también de las plantas que los producen.

Washington respondió por medio del Fondo Monetario Internacional, ofreciendo préstamos a cambio de severos cortes al gasto social y de la apertura de las economías de la región para el beneficio de EE.UU. Éste, transformándose en el importador de último recurso, cortó la tasa de interés para fomentar la demanda en la economía global y así evitar una crisis económica mundial más profunda aún.

El resultado en EE.UU. fue un auge temporal del mercado de acciones, el que finalmente explotó en el 2000. Una recesión siguió el próximo año, pero una continua política de bajas de la tasa de interés –agregada a un fuerte aumento del gasto gubernamental debido a las guerras contra Irak y Afganistán- hicieron la recesión relativamente suave.

Cuando la recuperación comenzó después del 2001, las deudas atrasadas perjudicaron el crecimiento, el que tuvo niveles de inversión muy por detrás de los noventa. Otrora sinónima de la salud económica de EE.UU., la industria automotriz, entró en su peor crisis en período de expansión, debido a la competencia puesta por la importación y a la producción local con capitales extranjeros. Decenas de miles de trabajos se perdieron.

El balance negativo entre la importación e inversión en EE.UU. y las exportaciones y e inversiones en el extranjero ahora totaliza un 7 por ciento del producto bruto nacional. Esto significa que Estados Unidos ahora depende más y más de los bancos centrales de China, Japón y otros países que compran los bonos del Tesoro, para financiar su déficit.

Débiles mercados financieros no ayudan a este estado de cosas. Una vasta expansión del endeudamiento global y la reaparición de los fondos especulativos, un factor principal de la crisis de 1997-98, hace difícil predecir si convulsiones similares se avecinan.

¿Puede otra baja de la tasa de interés rescatar la economía de EE.UU.? No sin daño colateral.

“Claro que la Reserva Federal puede responder a la amenaza cortando la tasa de interés, pero el empujón ganado por este dinero barato será mucho menor esta vez,” escribió el economista Larry Elliot para el periódico Guardian de Inglaterra. “¿Por qué? Primero, las dos burbujas creadas por la ola crediticia han dejado a los consumidores enormemente sobre extendidos, y segundo, la inflación en el mercado de bienes ha generado una inflación general. Bajar el precio del dinero podría tener más impacto en los precios que en la actividad [económica].”

Este es un escenario propicio para un estancamiento, o sea cuando la economía sufre un mercado laboral flojo aun cuando los precios aumentan, como pasó en la década de los 70 en Estados Unidos. Desde entonces las autoridades económicas han considerado la inflación como un anatema. La Reserva Federal puede aumentar la tasa de interés para detener una inflación, pero esto podría empujar los EE.UU. a una recesión mucho más profunda.

Estados Unidos puede que no tenga más opciones en la materia. Si el dólar continúa devaluándose con respecto a otras monedas, China y otros podrían poner en el mercado los bonos estadounidenses que mantienen, obligando a la Reserva Federal a incrementar la tasa de interés para atraer inversores que puedan financiar el enorme déficit.

Pero en cualquier caso, el costo de la recesión sobre la clase obrera -que no vio las ganancias de la expansión, sumergida en deudas, y que enfrenta un podrido mercado laboral- será devastador. Recortes en el gasto social a nivel estatal y federal ya ocurrieron en tiempos de recuperación económica. Durante una recesión, éstos serán mucho más severos.

Por ahora la economía mundial aún está en expansión. China e India tienen enormes tasas de crecimiento, y un número de países recientemente industrializados, incluyendo algunos en Latino América, se han beneficiado de la demanda china por petróleo y materia prima. La economía de Estados Unidos, aunque lenta, continúa creciendo, así como la alemana y la japonesa.

Nadie puede decir por cierto si los temblores en el mercado accionario mundial presagian el fin de este ciclo expansivo, pero vienen para recordarnos que el capitalismo no comparte con los trabajadores los beneficios de un auge económico, pero luego les hace pagar los platos rotos en tiempos de recesión.

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