EDITORIAL
¿El retorno del socialismo?

abril-mayo de 2009 | página 2

A PESAR de las quejas de los Republicanos, la escala de la crisis económica y la ruptura política entre las administraciones de Obama y Bush están transformando la política en EE.UU--no sólo en lo alto, sino a través de toda la sociedad.

SEGÚN LOS Republicanos, el Presidente Barack Obama está procediendo, como lo dijo una vez el revolucionario ruso Lenin, a "contruir el orden socialista."

"El estímulo, el ómnibus, el presupuesto--es todo una gran primer pago en un nuevo experimento socialista americano," lamentó John Boehner, el jefe de la minoría en la Cámara, a la Conferencia de Acción Política Conservadora la semana pasada. "Están estableciendo la base para todo en estos proyectos--una expansión del estado de bienestar, la salud gestionada por el gobierno, trabajos ecológicos, todo. Hasta quieren pagar al vecino irresponsable su hipoteca."

Los disparates de Boehner muestran--si hiciera falta una prueba más-- que tan marginalizados los Republicanos están.

¿Extender el estado de bienestar? Sólo un Rojo traicionero podría favorecer tal medida cuando el desempleo crece a los niveles más alto desde 1982. ¿Una expansión de la salud dirigida por el gobierno? Todo patriota norteamericano sabe que los 50 millones de personas sin seguro de salud no saben apreciar el sistema de libre mercado. ¿Trabajos ecológicos? Es una conspiración anticapitalista formulada por los radicales de los años 60.

Y sólo un comunista revolucionario podría favorecer la ayuda a los dueños de casa en peligro de perder todo porque fueron embaucados con una hipoteca "sub-prime", como las impulsadas por empresas tales como Countrywide--las que, después de todo, sólo querían hacer algo de ganancia. ¿No es ese acaso el modo americano?

Pero en este momento, si uno es miembro del Partido Republicano, uno tiene el deber--además de jurar su lealtad a Rush Limbaugh--de considerar las propuestas de la administración de Obama como si fueran la dictadura del proletariado.

Los medios corporativos tampoco han ayudado a separar la paja del trigo. Para ellos es difícil comprender la nueva era en la política estadounidense, en la que los dogmas del pasado, por años repetidos-- según los cuales un "gobierno grande" es malo y las rebajas de impuestos son la solución a todo problema--ya no tienen sentido.

Su confusión quedó reseñada en el titular vacío en la portada de una reciente edición de la para nada radical revista Newsweek, que leía: "Todos somos socialistas ahora."

Obama, primero, no lo cree así. Cuando un reportero a bordo del Air Force One le preguntó si sus políticas se igualan "socialismo", el presidente carcajeó. Pero con tanta mención de la palabra "S" alrededor, luego a Obama le pareció que sería mejor tomar en serio la cuestión, llamando personalmente al New York Times para defenderse:

"No fue bajo mi administración que se comenzó a comprar un lote de acciones de los bancos. Y no fue bajo mi administración que se aprobó un nuevo programa masivo de ayuda social, sin fondos, el plan de drogas prescritas. Nosotros hemos de hecho seguido actuando de una manera completamente consistente con los principios del libre mercado, y algunos de los mismos que usan la palabra socialista no pueden decir lo mismo."

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NO OBSTANTE, lo que actualmente pasa en Washington se debe reconocer como una ruptura con el período de dominación conservadora en la política de EE.UU que empezó con Jimmy Carter y Ronald Reagan, y que continuó hasta el mandato de Bush.

Frente a una grave crisis económica, la administración de Obama busca derribar muchos de los principios de la época anterior. El presupuesto propuesto por la Casa Blanca aumenta los impuestos a los ricos, impone mayores restricciones al poder corporativo, aumenta el gasto social y establece una meta de seguro de salud "universal".

"La idea de que los impuestos pueden aumentar tanto como bajar, que el gobierno tiene la capacidad y el deber de hacer el bien, y que hay valor moral en enfrentar la desigualdad es un reto a los principales supuestos que han dominado la cultura política en Londres y en Washington desde hace casi tres décadas," escribió el columnista del Guardian Gary Younge.

Para cualquier que odió los 30 años de ascendencia Republicana en Washington--y el repliegue del liberalismo en cada ocasión--esto es una brisa fresca.

Pero con las propias estadística del gobierno mostrando la economía se hunde en la crisis aún más, la cuestión no es de si Obama es demasiado radical, sino si es lo suficientemente radical. ¿Impedirán los lazos de la nueva administración al pasado llevar a cado el tipo de acción agresiva que tan desesperadamente se necesita?

En primer lugar, a pesar del costo de $787 mil millones, el estímulo económico de la administración aprobado el mes pasado, ya parece inadecuado. Como escribió el columnista del New York Times Paul Krugman:

La promesa del Sr. Obama de que su plan creará o salvará 3,5 millones de trabajos antes del final de 2010 parece poca, por decir lo menos. Es una promesa creíble... Pero 3.5 millones de trabajos en dos años no serán mucho, frente a una economía que ya perdió 4.4 millones de trabajos, y que cada mes sigue perdiendo 600.000 más... La política económica se está quedando atrás, y existe el peligro creciente de que nunca de alcance [a la crisis].

Lo que más, hasta las propuestas más dramáticas de Obama se caracterizan por concesiones a las doctrinas del pasado que consagran el papel del libre mercado. Michael Lind, ex republicano convertido en crítico de la derecha, escribió acerca de las propuestas para ampliar el acceso a la educación superior:

El problema con la educación superior es que cuesta demasiado. Los gastos de matrícula en las universidades privadas y algunas universidades estatales siguen creciendo más rápidamente que la inflación.

Un liberal anticuado y crudo, del tiempo del Nuevo Trato, consideraría el problema como uno de precios desmesurados exigidos por las universidades, no de insuficientes fondos de los estudiantes, a quienes las universidades estafan. Este hipotético liberal amenazaría a las universidades con negar su estatus privilegiado de deducción impositiva a menos que gasten más de su legado por la matrícula y mantener los precios bajos.

La alternativa neoliberal es evitar indagaciones descorteses y divisivas a las razones por las crecientes matrículas... En cambio, los contribuyentes tendrán que contribuir aún más dinero para ayudar a los estudiantes a pagar los abusivos pagos.

Así, el primer presupuesto de Obama llama a mantener el crédito sobre los impuestos "Nueva Oportunidad Americana" para estudiantes de la clase media, mientras convierte en beneficio permanente gubernamental los Pell Grants de hasta $5.550. Si yo fuera una universidad, yo aumentaría la matrícula por, digamos... unos $5.550 por año.

El mismo problema puede ser visto en otros asuntos. Por ejemplo la salud--donde la administración rechaza explícitamente los controles gubernamentales al creciente costo de la salud, o cerrarle el negocio a las parásitas compañías de seguro médico.

En una cumbre el 5 de marzo para debatir la política de salud, convocada por Obama, los defensores de un sistema de pagador único, que eliminaría las compañías privadas de seguros a favor de un programa gubernamental protegiendo a todos, sólo recibieron una invitación al último minuto--y ni siquiera pudieron hablar.

La propuesta de la administración de dedicar $636 mil millones a la reforma de la salud puede ampliar el acceso un poco. Pero es probable que la mayoría del dinero vaya a pagar los subsidios a los patrones y las compañías de seguros--y es por eso que las corporaciones y la industria de seguros médicos apoyan esta "reforma" de Obama.

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LA ALHARACA republicana acerca de los "socialistas" en la Casa Blanca es una tontería. Pero las honduras de la crisis económica y la ruptura de la administración de Obama con el pasado, por tímida que sea, sí están abriendo un debate sobre las alternativas al sistema capitalista.

Ciertamente, la recesión, paso a paso hacia una depresión, ha confirmado la crítica de Carlos Marx al capitalismo, quién argumentó que la ciega y anárquica batalla por ganancias es un obstáculo en la búsqueda de suplir por las necesidades humanas de la gran mayoría.

En su época, Marx mostró que el capitalismo dio impulso a "una nueva aristocracia financiera, una nueva variedad de parásitos en forma de empresarios, especuladores y directores, sólo en nombre; un sistema entero de estafa y engaño por medio de la promoción corporativa, y la expedición y especulación de acciones."

Suena muy parecido al difunto al banco de inversiones Lehman Brothers--una empresa que se iniciaba cuando Marx escribió su libro Capital.

Marx explicó también como el pánico financiero puede exagerar las periódicas y endémicas recesiones del capitalismo. Como afirmaron Marx y su colaborador Frederick Engels en el Manifiesto Comunista, el capitalismo es "una sociedad que ha conjurado para hacer brotar como por encanto tan fabulosos medios de producción y de transporte, [que es] como el brujo impotente para dominar los espíritus subterráneos que conjuró." Esa es una buena descripción del actual pánico financiero y la recesión.

Hasta los periodistas y los economistas del establecimiento empiezan a reconocer que Marx tenía razón en este asunto. Pero no quieren nada que ver con la alternativa que él propuso: el democrático control obrero de la producción, la distribución y el cambio.

Desde entonces, los ideólogos del capitalismo han rechazado de manera petulante la visión marxista de una nueva sociedad. Pero las crisis inevitables del sistema han mantenido viva la auténtica tradición socialista, a pesar de la tergiversación de sus ideas por el estalinismo en Rusia y por los partidos social-demócratas, como el Partido Laborista británico.

Es hora de revivir el auténtico socialismo --no simplemente como crítica del sistema, pero como fuerza organizada que puede enlazar las luchas de hoy por trabajos, viviendas y salud a una sociedad diferente, basada en las necesidades humanas.

Por supuesto, los activistas tienen que luchar por reformas en la actualidad--oponiéndose a la violencia racista policíaca, organizando los sindicatos, reivindicando el derecho de los homosexuales al matrimonio, y mucho más.

Pero a menos que arranquemos de raíz el sistema explotador que nos regaló la irracional especulación financiera, una enorme desigualdad, un medio ambiente gravemente herido y guerras imperialistas interminables, tendremos que luchar las mismas batallas una y otra vez.

La transformación socialista de la sociedad estadounidense no vendrá por un voto en el Congreso, aunque así lo crean los republicanos, sino que será el producto de innumerables luchas hoy y en el futuro, de las que brotará una izquierda militante de la clase obrera internacional con la capacidad de organizar una lucha para derribar la estructura de la sociedad entera.

Tal perspectiva puede parecer distante de hoy. Pero mientras la crisis económica sigua y el gobierno se dé prisa para llevar a cabo medidas que antes eran impensables para rescatar el sistema financiero, hay un debate cada vez más urgente acerca de qué hacer enseguida. Es hora de sumar al debate el verdadero socialismo.

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