EL SENTIDO DEL MARXISMO
Los marxistas y el estado

abril-mayo de 2009 | página 3

AUNQUE LA hostilidad al poder del estado precede anarquismo, la idea de una sociedad sin estado ha sido ahora (y erróneamente) asociada exclusivamente con el anarquismo. A su vez, el marxismo es identificado universalmente (otra vez erróneamente) con la idea de la propiedad estatal, y, por extensión, con su fortaleza, en vez de su eliminación.

Esta errada idea de que el marxismo es de algún modo a favor del estado viene primariamente del desarrollo de los partidos social demócratas que surgieron después de las muertes de Marx y Engels, quiénes propusieron que un camino al socialismo a través de las instituciones del estado. En particular, la socialdemocracia de los principios del siglo XX preveía el socialismo como algo que sería logrado ganando una mayoría dentro de las instituciones representativas del estado y usando sus conquistas electorales para aplicar una serie de reformas sociales hasta la completa socialización de la producción.

Estas ideas --desacreditadas en la práctica por el hecho de que este tipo de socialismo terminó adaptándose al capitalismo, en vez de transformarlo-- fueron, erróneamente, asociadas con Marx.

Hubo un breve hiato en que el revolucionario ruso Lenin rescató del olvido las ideas originales de Marx y Engels a cerca del estado --que éste era un instrumento de la opresión capitalista y, por lo tanto, no podía ser usado por la clase trabajada para cambiar la sociedad. Cuándo Lenin comenzó a plantear que el estado debe ser "aplastado" y sobre sus ruinas deben ser erigidos los nuevos órganos de la democracia obrera, sus compañeros revolucionarios le acusaron de un lapso en el anarquismo.

La degeneración de la revolución rusa --un proceso ineludible una vez que la revolución fue aislada y cercada por poderes hostiles-- y la ascensión del estalinismo en sus ruinas, una vez más la idea del socialismo como estatización de la economía se incrustó.

Marxismo y anarquismo ven el estado de diferente manera, y, por lo tanto, de que hacer al respecto. Tanto los anarquistas como los marxistas buscan una sociedad sin estado --los anarquistas porque ven el estado como el origen de toda opresión y explotación, y los marxistas porque consideran el estado como el instrumento para la conservación del dominio de clase, que sólo caerá cuándo ese las clases cesen de existir.

Frederick Engels expresó bien la diferencia en una carta hablando a cerca de Mikhail Bakunin, un anarquista contemporáneo de Marx y Engels, a un anarquista italiano:

Bakunin tiene su propia y peculiar teoría... cuyo punto principal, en primer lugar, es que él no ve el capital, y por lo tanto la contradicción de clases entre capitalistas y trabajadores que se ha levantado por medio del desarrollo social, con el mayo mal a abolir -en su lugar, el ve como el mal mayor el Estado.

Mientras la gran masa de obreros socialdemócratas comparte nuestro punto de vista de que el poder del Estado no es más que una organización adoptada por las clases dominantes --los terratenientes y los capitalistas-- para proteger sus privilegios sociales, Bakunin afirma que el Estado es el creador del capital, que el capitalista posee su capital únicamente por obra y gracia del Estado.

Así, el Estado es, por tanto, el mal principal con el cual acabar, para luego el capital hincar el pico por sí solo. Nosotros, al contrario, decimos: acabemos con el capital, la apropiación de los medios de producción en las manos de unos pocos, y así el Estado caerá por sí solo.

Los propios escritos de Bakunin, yo creo, malinterpretaron las diferencias entre las dos doctrinas. "Ellos [Marx y sus seguidores] son devotos al poder del estado, y necesariamente, profetas de la disciplina política y social y defensores de un orden establecido de arriba a abajo," escribió él. Sin duda, hubo y hay socialistas que rinden culto al poder del estado y al control desde arriba, pero ni Marx ni Engels eran uno de ellos.

En su folleto, Del socialismo utópico al socialismo científico, Engels rehúsa de manera explícita la noción de que la propiedad del estado sea igual al socialismo. "Ciertamente, si la nacionalización de la industria del tabaco fuese socialismo, habría que incluir entre sus fundadores a Napoleón y a Metternich".

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MARX Y Engels se opusieron a la idea de que una minoría militante podría hacer suceder una revolución en nombre de la clase obrera.

Por ejemplo, Marx rechazó la política del socialista alemán Ferdinand Lassalle, que consideró que la clase trabajadora fuera una especia de grupo de apoyo que le llevaría al poder, para así después él y sus colegas implementar el socialismo desde arriba.

"Él se comporta", Marx se quejaba de Lassalle, "con un aire de gran importancia, derogando frases que nos robaba, como si fuera él el futuro dictador de los trabajadores. El problema del trabajadores versus el capital él lo resuelve como 'un juego de niños' (literalmente). Atinadamente, los obreros deben agitar por el voto universal y luego enviar gente como él, 'armados con la desenvainada espada de la ciencia' a la Cámara de Diputados. Luego, ellos construirían fábricas para los obreros, con capital puesto por el Estado, y así estas instituciones poblarían todo el país".

Aunque admiraba su dedicación y coraje, Marx y Engels era críticos de las políticas del revolucionario francés Auguste Blanqui, quién, según Engels, creía que "una pequeña minoría bien organizada... podría acarrear las masas del pueblo...y...realizar una revolución victoriosa."

Engels también criticó a los Blanquistas por buscar unas "dictadura, no de la clase revolucionaria entera, el proletariado, sino de la pequeña minoría que habrá hecho la revolución, quiénes a su vez están previamente organizados bajo la dictadura de uno o unos pocos individuos".

Este último punto es importante porque la crítica anarquistas estándar acerca del marxismo es por su apoyo a "la dictadura". Lo que Engels aclara aquí es que al referirse a esta tendenciosa palabra, ellos no querían decir la dominación por una minoría, sino la dominación de la mayoría (la clase obrera) sobre sus viejos explotadores (la minoría).

Un anarquista puede sostener que esto es una defensa de un estado autoritario de algún tipo, incluso después del triunfo de la revolución. Y él estaría correcto.

Los anarquistas y los socialistas estamos de acuerdo que necesitamos abolir la autoridad que no rinde cuentas, y toda forma de autoridad desplegada para mantener las actuales relaciones de una sociedad de explotación, desigualdad y opresión. Más allá de eso, el acuerdo se disuelve.

En su ensayo, titulado De la autoridad, Engels escribió:

Todos los socialistas están de acuerdo en que el Estado político, y con él la autoridad política, desaparecerán como consecuencia de la próxima revolución social, es decir, que las funciones públicas perderán su carácter político, trocándose en simples funciones administrativas, llamadas a velar por los verdaderos intereses sociales. Pero los anti-autoritarios exigen que el Estado político autoritario sea abolido de un plumazo, aun antes de haber sido destruidas las condiciones sociales que lo hicieron nacer.

Engels concluyó planteando que todas las revoluciones son, por definición, autoritarias a causa de que encarnicen la supresión de un sector de la sociedad (la minoría de los explotadores y sus partidarios) por otro sector de la sociedad (la mayoría de los oprimidos y los explotados). Luego la pregunta emerge: ¿cómo se puede construir una sociedad nueva si el nuevo poder revolucionario rechaza establecer un instrumento, i.e. un estado, para impedir que el viejo régimen vuelva?

Lenin lo explicó así: "Nosotros no discrepamos en modo alguno de los anarquistas en cuanto al problema de la abolición del Estado, como meta final. Lo que afirmamos es que para alcanzar esta meta, es necesario el empleo temporal de los instrumentos, medios y métodos del Poder del Estado contra los explotadores, de la misma manera como para destruir las clases es necesaria la dictadura temporal de la clase oprimida."

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