EDITORIAL
¿Obama, el populista?

febrero y marzo de 2012

REPUBLICANOS, DEMÓCRATAS y los medios de comunicación, todos concuerdan: En su discurso El Estado de la Unión, ante el Congreso, Barack Obama presentó un programa económico populista que utiliza los poderes del gobierno federal para tomar Wall Street y las corporaciones por las astas.

Viniendo de los republicanos, esta evaluación no es ninguna sorpresa. Ellos han estado delirando sobre las inclinaciones a la "guerra de clases" por arte de Obama, desde el momento que él tomó posesión de la Oficina Oval.

Por razones diferentes, los demócratas recitan algo similar. En contraste con sus primeros tres años en el cargo, Obama y su partido ahora alientan la idea de que su presidencia ha sido una cruzada contra el poder corporativo y financiero en favor de la gente ordinaria.

Pero, como sus asesores admitieron a la prensa, el discurso de Obama fue entregado con la re-elección en mente, para trazar un contraste con los multimillonarios y trogloditas (y trogloditas multimillonarios) que compiten por la nominación presidencial republicana.

Hasta cierto punto, la agudización en el discurso de Obama es otro resultado del surgimiento del movimiento Ocupa y de su impacto en la política estadounidense. Incluso políticos en Washington han tenido que reconocer el descontento popular frente a una sociedad dividida entre el 1 por ciento súper-rico y el resto de nosotros.

Este giro es refrescante considerando qué dominaba la política en Washington antes del movimiento Ocupa: la obsesión deficitaria y la reducción del gasto social, y luego... cortar un poco más. Ahora el establecimiento político habla de aumentar los impuestos a los ricos y de poner freno a la codicia de Wall Street, y aun si guiñan un ojo al abrir la boca, esto puede dar mayor confianza a los de abajo para luchar por una alternativa al estatus quo y la austeridad.

Pero hay otro dato histórico afectando el discurso de Obama que no puede ser olvidado: los demócratas siempre parecen más izquierdistas--al menos en relación con los republicanos--cuando una elección se avecina.

Este es un hecho básico del sistema político norteamericano: Los demócratas dicen una cosa para ganar votos, y hacen otra una vez en el poder. Y si las promesas electorales no son suficientes, siempre está la táctica del miedo... a las consecuencias si los republicanos toman el poder.

Aquellos que favorezcan el tipo de políticas y programas con los que los demócratas se llenan la boca durante la época de elecciones deben separar la retórica de la realidad. Mirando la letra pequeña de su discurso, hay mucho menos "giro a la izquierda" de lo que Obama quiere aparentar.

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OBAMA FUE específico acerca de la creciente desigualdad en EE.UU.: "Podemos conformarnos", dijo en su discurso, "con un país donde a un número cada vez menor de personas les va muy bien, mientras que un creciente número de americanos apenas sobrevive. O, podemos restaurar una economía en la que todo el mundo tiene una justa oportunidad, cada uno hace su justa parte y todos son regidos por las mismas reglas".

Por supuesto, lo primero que hay que decir es que éste ha sido "un país donde a un número cada vez menor de personas les va muy bien, mientras que un número creciente de americanos apenas sobrevive" también durante los tres primeros años de Obama en el cargo--y que él mismo comparte mucha responsabilidad por ello.

Cuando asumió el cargo, el Departamento del Tesoro de Obama adoptó casi al por mayor el rescate económico a Wall Street de la administración Bush. Literalmente billones de dólares fueron apartados para salvar a los grandes bancos y las empresas financieras--con poca o ninguna condición.

Mientras tanto, la ayuda de la administración a los dueños de casa que sufren los efectos de la crisis hipotecaria ha sido insignificante.

Según un informe de comienzo del año del Departamento del Tesoro sobre el Programa de Modificación para un Hogar Asequible, sólo un poco más de 900.000 propietarios en peligro de ejecución hipotecaria han tenido sus préstamos permanentemente modificados bajo el programa; muy por debajo de la meta de 3 a 4 millones que la propia administración se dio hace tres años, y aún mucho menos que los 8 millones que han enfrentado una ejecución hipotecaria desde el comienzo de la crisis.

Más allá del sector financiero, las corporaciones estadounidenses están disfrutando de ganancias enormes--casi 2 billones de dólares en el tercer trimestre del año pasado, un nuevo récor. La Gran Recesión se está convirtiendo en un vago recuerdo en salas de las juntas directivas.

Pero aun es una dura realidad para los trabajadores norteamericanos. El símbolo más evidente de la perseverancia de los tiempos difíciles es la persistencia del desempleo de larga duración.

Los informes de empleo del gobierno federal mostraron incrementos hacia el final del 2011, incluyendo un aumento neto de 200.000 nuevos empleos en diciembre. Pero lo que la economía necesita añadir para llegar a los niveles de empleo pre-crisis, según el economista Heidi Shierholz del Instituto de Política Económica, son 10 millones nuevos empleos--para compensar la pérdida 6,1 millones durante la recesión y 4 millones necesarios para seguir el ritmo de crecimiento de la población.

Obama y sus asesores reconocen que la afirmación de que la economía está "doblando una esquina" no convencerá a muchos que aun sufren el impacto de la crisis. Es por eso que su discurso destacó la necesidad de acción gubernamental para estimular la creación de empleos.

Por supuesto, la administración de Obama sabe muy bien que las iniciativas expuestas en su discurso no tienen mucha posibilidad de ser aprobadas en la cámara baja, dominada por el Partido Republicano--como le pasó al "Acta de Trabajos Americanos " propuesta por Obama el otoño pasado.

Pero incluso si las propuestas de creación de empleo tuvieran una chance de ser promulgadas, éstas tienen una forma que mitigaría su impacto: recortes de impuestos.

En lugar de gasto directo en programas de gobierno, conduciendo a una mayor contratación en el sector público y el privado, Obama y su equipo se han centrado en recortes de impuestos para las corporaciones, como incentivos para contratar más trabajadores y mantener los empleos en el país.

Sin embargo, las corporaciones estadounidenses ya han recuperados a niveles de rentabilidad pre-crisis sin tener que contratar, sino exprimiendo más trabajo de menos empleados. De acuerdo con el más reciente estimado, las corporaciones americanas tienen más de $2 billones en efectivo, y aún no invierten para generar empleos. La posibilidad de más recortes de impuestos--en momentos en el que el impuesto a las corporaciones ha caído a mínimos históricos--no va a ser un factor decisivo para que las empresas inviertan otra vez.

En comparación, los programas que serían mucho más eficaces en poner a trabajar a los desempleados--proyectos como la reconstrucción de infraestructura--fueron otra vez dejados atrás por la administración.

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ASÍ QUE incluso si tomamos las propuestas de Obama a su valor nominal, éstas no amontan a nada que merezca ser llamado "populista", ni mucho menos "radical".

Recuerde esto la próxima vez que oiga Obama hablar de tener mano dura con los estafadores de Wall Street. En El Estado de la Unión, Obama prometió "crear una unidad especial [compuesta por] fiscales federales y los principales abogados generales estatales para expandir nuestras investigaciones sobre los préstamos abusivos y las hipotecas riesgosas que condujeron a la crisis de la vivienda. Esta nueva unidad hará responsables a los que violaron la ley, priorizará asistencia a los propietarios, y ayudará a voltear la página a una era de irresponsabilidad que perjudicó a tantos americanos".

Suena bien, ¿verdad? Sólo que la administración, según informes, acaba de llegar a un acuerdo con los principales bancos acerca de las prácticas corruptas e ilegales que llevaron al menos 1 millón de personas en la ejecución de sus hipotecas--y el acuerdo es, sin rodeos, una traición.

Cinco de los mayores bancos americanos están involucrados: El Banco de América, JPMorgan Chase, Wells Fargo, Citibank y Ally Financial. Investigadores del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano y otras agencias descubrieron pruebas de fraude a una gran escala, desde la utilización de documentos falsos o defectuosos durante el proceso de ejecución hipotecaria, hasta la estafa al gobierno federal en miles de millones en re-embolsos inflados.

Pero los banqueros han estado presionando duro para limitar cualquier sanción financiera o la imposición de requisitos para ayudar a los dueños de casa que ellos estafaron y, de acuerdo con los informes de prensa, se salieron con la suya. El acuerdo aplica sólo a una minoría de los propietarios con problemas en sus hipotecas, y protegería a los bancos de futuros esfuerzos para hacerles pagar.

Los $25.000 millones del acuerdo pueden haber impresionado a la prensa, pero es ridículamente baja. De acuerdo con los defensores de la justicia social Van Jones y Goehl George, los bancos deberían tener que pagar un mínimo de $300 mil millones para reducir los préstamos a los propietarios en problemas o para compensar a familias cuyas hipotecas fueron ejecutadas en forma ilegal.

Si Obama de verdad quisiera hacer frente a la crisis hipotecaria, podría empujar para que los bancos fueran obligados a amortizar el valor de cada hipoteca "bajo el agua", donde los dueños deben más de lo que sus casas valen. De acuerdo con un informe auspiciado por una coalición de los grupos liberales, esto "inyectaría $71 mil millones por año en la economía, creando más de 1 millón de empleos al año y ahorrando $ 6,500 al año en pagos de hipoteca a cada familias".

Wall Street podría fácilmente absorber tal medida--los bancos estadounidenses están sentados sobre un colchón de $ 1,64 billón en efectivo, y los bonos y compensaciones están de vuelta a los niveles pre-crisis, y más altos en las mayores firmas financieras.

Pero la Casa Blanca no está realmente interesada en hacer pagar a los bancos por el desastre que han causado--y así, el gobierno publicita su nueva iniciativa como un dramático esfuerzo para ayudar al pueblo trabajador, pero nada de eso resulta ser tal.

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LA BRECHA entre retórica y realidad no es exclusiva de Obama. El periodista conservador y operador político David Frum señaló acertadamente la misma dinámica, la vez anterior que un demócrata ocupó la Casa Blanca:

Desde 1994, [Bill] Clinton ha ofrecido al Partido Democrático un negocio podrido: Acepta y defiende políticas detestables (la reforma del bienestar social, la Ley de Defensa del Matrimonio), condona y excusa delitos (falso testimonio, abusos al financiamiento de las campañas), y te entregaré la rama ejecutiva del gobierno...

Él ha continuamente sedado a la izquierda proponiendo audaces nuevos programas--una expansión de Medicare a 55 años de edad, un programa nacional de cuidado infantil, la reversión de la reforma del bienestar social, el Internet en cada sala escolar... Y ha aplacado a la derecha abandonando cada uno de estos programas tan pronto como los ha propuesto. Clinton hace discursos, [el secretario del Tesoro Robert] Rubin y [el presidente de la Reserva Federal Alan] Greenspan hacen política, la izquierda obtiene palabras, y la derecha obtiene acción.

La actitud demócrata de decir una cosa y hacer otra es inevitable en un partido cuyo apoyo popular depende de pretender defender a los trabajadores, pero cuyo rol en el sistema bipartidista de EE.UU. es la defensa de los intereses de las corporaciones y la clase dominante.

Cualquier duda acerca de este rol puede ser disipada al mirar quién está dando dinero a Obama para su campaña de re-elección.

En 2008, Obama recibió más donaciones de las corporaciones que el republicano John McCain, sobre todo de los bancos de Wall Street y las firmas financieras. Una vez que la nominación del Partido Republicano haya sido decidida este año, Wall Street podría cambiar de lado otra vez. Pero en las primeras etapas de la campaña, Obama ha recibido de la industria financiera el doble que cualquier republicano, a pesar de toda su "salvaje" retórica de "guerra de clases" contra los banqueros.

Obama es el líder de uno de los dos principales partidos que componen un sistema político en Washington. Ese establecimiento cuenta con una izquierda y una derecha, y así las posiciones y las políticas de Obama en un momento dado probablemente estarán a la izquierda de los republicanos. Pero la gente que sólo ve esa diferencia pierde el bosque por los árboles--ellos ignoran la gran área de acuerdo entre ambos partidos, desde la necesidad de la austeridad, a la defensa de los intereses imperialistas de EE.UU., a las leyes represivas para limitar la disidencia.

Nuestro movimiento no debe poner esperanza alguna en los demócratas, ni en sus medias promesas o en sus medios o completos reveses. Debemos luchar por lo que creemos--y para hacer eso, tenemos que ser independiente de ambos partidos capitalistas.

Traducido por Orlando Sepúlveda

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